El monarca fue un mecenas de las artes y las fiestas en la Corte, promoviendo la creación literaria, artística y teatral. Al igual que Felipe III, el monarca cedió los asuntos de Estado a la figura de los validos como favoritos reales, entre los que cabe destacar el Conde-Duque de Olivares (1621-1643), que intentaron acaparar las principales funciones del gobierno de la Monarquía. Los influyentes personajes de la Corte confiaban que el nuevo soberano llevaría a la monarquía hispánica a recuperar el prestigio y poder de tiempos pasados. Pronto se desvanecieron las expectativas ya que el monarca no se adaptó al modelo burócrata de Felipe II.
El reinado de Felipe IV, que intentó tener un carácter reformista, afrontó una recesión económica, con cuatro bancarrotas de la Real Hacienda (1627, 1647, 1656 y 1662). La crisis económica, que también se dejó sentir en Europa, tuvo una mayor repercusión en España por los elevados costes financieros de la política exterior que provocó una subida de impuestos, la retención de las remesas de metales preciosos de las Indias, la venta de juros y cargos públicos, revueltas contra el centralismo castellano,...
La agresiva política exterior de Olivares en Europa pretendía mantener la hegemonía española en el continente, y para ello no se escatimaron recursos contra los dos conflictos principales (las Provincias Unidas y Francia): Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas (1621), rendición de Breda (1624-1625), Guerra de los Treinta Años (en apoyo de los Habsburgo austríacos), Guerra de Sucesión de Mantua (1629-1631), conflictos bélicos con Inglaterra y Francia,...
En los últimos años del reinado, la Monarquía está sumida en una profunda recesión y crisis, en la que la autoridad real estaba cuestionada por amplios sectores sociales, además de las campañas militares contra Francia e Inglaterra. En el mismo año que muere Felipe IV (1665) se produce la derrota de España ante Portugal. Los 44 años de reinado de Felipe el Grande sellan la pérdida de la hegemonía española en Europa ante la indiferencia de una empobrecida población.
En el marco de los actos conmemorativos del IV centenario del nacimiento del monarca, la Real Academia de la Historia celebra en abril de 2005 un ciclo de conferencias, que han sido recopiladas enFelipe IV. El hombre y el reinado. Según su coordinador, José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, se ha pretendido revisar la personalidad y obra de Felipe IV frente a las ideas defendidas por los historiadores que califican este reinado bajo la denominación de «Austrias menores». Según Alcalá-Zamora, «pese a los errores y fracasos de la política de su reinado, éste fue uno de los más decisivos y, tal vez, el momento mayor de nuestra historia cultural. Si no aplausos entusiastas, la figura de Felipe IV sí merece interés y respeto, un rey contradictorio, al igual que la España que le tocó vivir, aquella España tan piadosa como pecadora, tan triunfante como anunciadora de su próximo declive, tuvo su reflejo en un monarca atractivo e inteligente, pero débil de carácter». No se debe olvidar que Felipe IV recibió una esmerada educación y su gran curiosidad le acercó a muchas ciencias y saberes, de ahí que formara una magnífica biblioteca, con varios millares de títulos. Además, también fue un gran coleccionista de pinturas, que con el paso del tiempo serían el núcleo del Museo del Prado. Todo ello hizo que Felipe IV fuera un generoso mecenas; así, las artes, las ciencias, las letras y la política fueron sus preocupaciones básicas durante el reinado.
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